viernes, 28 de agosto de 2015


La Historia es revelación, no una repetición sino la continuación de hechos; no estamos condenados a repetir el pasado, sino a mejorarlo; tomar lo bueno y desechar lo malo, conocer porque no puede ser apreciado lo que se ignora; a veces la historia sirve para desmitificar ciertas concepciones fatalistas de las desgracias, los hechos históricos no son resultado de una voluntad divina o de maldiciones genéricas.

Los humanos han sufrido problemas dentales desde los tiempos más remotos, buscando diversidad de remedios para aliviarlos. Los primeros terapeutas dentales eran médicos; Pierre Fauchard en el siglo XVIII, a través de su gran tratado Le Chirurgien Dentiste, mostró a la Odontología como una verdadera profesión y fue el primero que estableció los principios racionales y científicos, dejando atrás la superstición y la ignorancia.

Hoy la profesión odontológica es respetada y admirada; fue mucha la lucha para su avance y muchos los aportes que ha hecho para el bienestar humano, de los cuales el más significativo fue la anestesia quirúrgica.

Aquellos que luchan por alcanzar altos niveles profesionales, deberían examinar la historia de la Odontología y hacer uso de este conocimiento como punto de referencia. el estudio del pasado puede orientar hacia el futuro.






EL CERCANO ORIENTE

Entre los años 3500 y 3000 a.C. en la fértil llanura entre los ríos Tigris y Eufrates, los sumerios desarrollaron una avanzada civilización. De sus escritos en forma de cuña, realizados en tablillas de arcilla, provienen nuestros conocimientos de la Medicina y Odontología de la Mesopotamia.

Como en las sociedades primitivas, la Medicina practicada en la Mesopotamia era de naturaleza religiosa y mágica; se creía que los responsables de las enfermedades eran demonios que habitaban el cuerpo del paciente y para expulsar a los malos espíritus se usaban repugnantes  remedios a base de gusanos e insectos.

Durante el imperio babilónico, se utilizaron medicamentos y una cirugía sencilla; si tenían éxito eran bien recompensados, pero si la tragedia sobrevenía, se arriesgaban a afrontar severos castigos. En el Códice de Hammurabi se anuncian claramente las recompensas y castigos reservados a los practicantes de la Medicina.




Los hebreos

Los hebreos estimaban mucho los dientes sanos y fuertes. En el antiguo testamento existen numerosas referencias sobre la importancia de los sientes sanos, que se consideraban objetos estéticos.

Las extracciones dentales eran temidas por los antiguos judíos, tanto como por sus contemporáneos gentiles. Una sección del Talmud advierte: “No adquieras el hábito de tomar medicinas; no las tomes en grandes dosis; evita que te extraigan un diente”. El rabino Chananel justifica evitar la extracción de un canino, ya que los ojos podrían sufrir; hoy se sabe que existe una pequeña comunicación entre la fosa canina y la fosa ocular. Es evidente que habían estudiado profundamente la anatomía facial y sabían lo que decían.




     


Los egipcios

Los egipcios sufrían de gran variedad de enfermedades dentales y ni siquiera los faraones eran inmunes a sus estragos. Parece que la extracción era la forma principal de aliviar las afecciones dentales. También es probable que estos primeros dentistas taladrasen agujeros a través de la cortical de la mandíbula para aliviar la presión producida por exudados purulentos asociados a abscesos dentales. Se han encontrado algunos cráneos con trepanaciones de este tipo, uno de los primeros, perteneciente al periodo del reino antiguo, se encuentra en la colección del Peabody Museum de la Universidad de Harvard.



 Los egipcios escribían en papiros y el más voluminoso y mejor preservado, el de Ebers, se conserva en la biblioteca de la Universidad de Leipzig; fechado alrededor del año 1550 a.C. es una compilación de textos médicos, algunos de los cuales se remontan al año 3500 a.C.; contiene abundantes referencias a enfermedades dentales, incluyendo gingivitis, atrición, pulpitis y dolor dentario. Entre los tratamientos citados hay referencias a la inflamación de las encías y se aconseja amasar una pasta y aplicar sobre el diente una parte de comino, una parte de incienso y una parte de cebolla. A pesar de que el papiro de Ebers no menciona ninguna intervención quirúrgica de enfermedades dentales, el papiro de Edwin Smith, del siglo XVI a.C. cita numerosas operaciones de fracturas y dislocaciones de los maxilares, fracturas conminutas, perforación del cigoma y laceración del labio. Dado que los fórceps se encuentran grabados de forma tan prominente en varias paredes, podemos presumir que también se efectuaban extracciones.






LA AMÉRICA PRECOLOMBINA

Los aztecas

Los bárbaros aztecas se asentaron en las tierras altas de México 350 años después de ser abandonado el centro religioso de Teotihuacán y conquistaron a las tribus vecinas, adoptando las costumbres de los pueblos sometidos; practicaban la mutilación dental, limando e incrustando piedras en sus dientes.

Una de las fuentes más importantes de conocimiento sobre las primeras prácticas odontológicas entre los aztecas son los escritos de un monje español llamado Fray Bernardino de Sahagún, que dedicó toda su vida a examinar y registrar cada aspecto cultural de la tierra recién conquistada. Los escritos de Bernardino de Sahagún son la única referencia a la extracción de dientes entre los aztecas. Decía que cuando un paciente sufría de dolor de muelas, lo usual era machacar un gusano, mezclarlo con esencia de trementina y pintar con esta mezcla la mejilla del paciente. Al mismo tiempo, se colocaba un grano de sal dentro de la cavidad y el diente se cubría con pimienta caliente. Se hacía entonces una incisión en la encía, colocando en ella la hierba y, solamente si el dolor y la infección continuaban, el diente era extraído.




Los incas

Su tratamiento de las enfermedades estaba íntimamente vinculado a sus creencias religiosas y la magia era inseparable de sus intentos por conseguir una terapéutica racional. De esta manera, aunque la enfermedad era vista como un pecado, redimible por confesión ante determinados brujos, empleaban también numerosos remedios de hierbas.

Al parecer masticaban hojas de coca durante la operación para aliviar el dolor. Los dientes que necesitaban extracción eran aflojados primero, aplicando una resina cáustica alrededor y debajo de la encía desprendida. A continuación, era presumiblemente arrancado de un golpe seco de estaca.






GRECIA

Diseminadas entre los escritos hipocráticos se encuentran numerosas referencias a los dientes, su formación y erupción; y a las enfermedades de dientes, boca y los métodos de tratamiento. Estos escritos demuestran que se conocía la forma en la que se desarrollaban los dientes: los primeros dientes se forman de la nutrición que recibe el feto en el claustro materno y, después del nacimiento, lo hacen de la leche materna. Los que salen después de que estos se caigan, se forman de la comida y la bebida.

En su libro Sobre las afecciones, dice: “En casos de dolor de muelas, si la muela está deteriorada y suelta, pero sigue doliendo, es necesario cauterizarla”. Según él, la masticación también ayuda, ya que el dolor se origina por el mucus que se insinúa bajo las raíces de los dientes. Los dientes se corroen parcialmente por el mucus y también debido a la comida, cuando son de naturaleza débil y están mal sujetos a la boca. Hipócrates creía que los problemas dentarios provenían de una predisposición natural o una debilidad inherente.

La extracción se contemplaba  sólo cuando un molar estaba flojo, pues la operación era considerada de extrema peligrosidad. Pero en lo que respecta a las pinzas para extraer dientes, dice que “cualquiera puede usarlas ya que la forma en que deben usarse resulta evidente”. Los fórceps dentales a los que se refiere, hechos de hierro y conocidos como “odontagra”, han sido encontrados en varios emplazamientos excavados en Grecia. En los escritos hipocráticos también se encuentran abundantes referencias a los dientes, maxilares y otras estructuras bucales. Aparentemente, el médico general era quien realizaba toda la práctica dental. 






ROMA

La Odontología se practicaba en Roma cuando la profesión médica estaba aún en su infancia.
No se encuentra ni una palabra dedicada a los dentistas en latín antiguo, pues la odontología no existía entre los romanos como profesión aparte y los médicos no hacían distinción entre las enfermedades que afectaban a la boca y diente y las que interesaban a otras partes del cuerpo. Tampoco se especializaban en la Odontología aquellos no profesionales, ya que en los servicios realizados por los barberos romanos, no se menciona nunca que extrajeran molares. De hecho, el enciclopedista Celso describió con detalle el instrumental quirúrgico utilizado por los médicos de su tiempo, entre ellos, los fórceps y un instrumento especial llamado “tenaculum”, utilizado para extraer las raíces de los dientes.

Celso, en su compendio médico, profundiza en numerosos aspectos de la Odontología. Además de referencias a la higiene oral y tratamiento básico de los problemas de la dentición, recomendaba a quien tuviese un diente en mal estado, no apresurarse a extraerlo y si los remedios, como cataplasmas calientes, enjuagues bucales, aplicaciones de vapor, purgas y laxantes fallaban, debían probarse otros más poderosos. Si el molar tenía que ser extraído, recomendaba llenar la cavidad con hilo de lino o plomo, para que la corona no se fracturase al aplicarle las puntas de los fórceps. 

Además de efectuar el tratamiento de enfermedades bucales y extracción de dientes, los romanos eran expertos restauradores de dientes cariados con coronas de oro y reemplazaban los dientes perdidos con prótesis fijas.






CHINA

También la Odontología fue practicada en China muy tempranamente; alrededor del siglo II a.C., ya usaban el arsénico para tratar dientes enfermos (probablemente para matar la pulpa y aliviar así el dolor de dientes) y habían desarrollado una aleación de plata para obturar caries, más de mil años antes que los dentistas de Occidente. La pasta de plata, lo que hoy se llama amalgama, ya tenía su composición: 100 partes de mercurio, 45 partes de plata y 900 partes de zinc.

A lo largo de su historia, los chinos han mantenido varias creencias que los postulados de la Medicina moderna contradicen y, a pesar de haberse realizado grandes progresos en educación médica y dental, la gran mayoría del pueblo chino aún es tratado por doctores tradicionalistas.

Se han localizado más de 360 puntos en la superficie del cuerpo, que, según creen los chinos, están unidos directamente con estructuras internas. Algunos en conexión con los dientes y otras estructuras bucales, y el tratamiento por acupuntura de las enfermedades bucales ha demostrado ser efectivo, a pesar de no haberse aportado ninguna explicación convincente, a los ojos de la ciencia occidental, en torno de su eficacia. Se usa ampliamente en múltiples extracciones de dientes, así como en el tratamiento de la gingivitis, estomatitis y glositis. Como complemento de la acupuntura, los doctores chinos tradicionales se orientaron hacia la llamada “moxibustión”, que es un tipo de cauterización, pero que produce una inflamación localizada como la que aparece al aplicar ventosas.






EL RENACIMIENTO

El Renacimiento logró el redescubrimiento y asimilación del pensamiento y arte romanos y griegos, juntamente con la reaparición del espíritu clásico de búsqueda de la verdad, que haría posible liberar a la ciencia de la Teología y la superstición.

La profesión de cirujano surgió del oficio de barbero a fines de la Edad Media. Poco después el mismo proceso tuvo lugar en Inglaterra y durante la época de los Tudor se establecieron grupos de auténticos dentistas profesionales surgidos del gremio de barberos cirujanos. Un nombre sobresale entre los demás cirujanos, es el de Ambroise Paré, que ha sido llamado “el padre de la cirugía”.




Paré poseía una enorme experiencia como dentista y sus libros contienen mucha información a este respecto; examinó la anatomía dentaria, sugirió estabilizar las fracturas de los maxilares con ligaduras de alambre de oro; las caries las trataba por cauterización con ácido, aunque no mencionó que obturase las cavidades. Los dientes rotos los rebajaba limándolos con los instrumentos especiales que se muestran en sus libros. Reimplantaba dientes caídos por accidente, sujetándolos a los dientes firmes mediante alambres. Paré trató también con amplitud los problemas de la dentición. Diseñó varios instrumentos para extracción de dientes. Describió además un método para reemplazar dientes perdidos, probablemente, limitado a los dientes anteriores, pues según dijo: “Cuando se pierden los incisivos a causa de un golpe, el resultado no sólo es la desfiguración sino los defectos en la pronunciación”. Una vez curadas las encías, los reemplazaba con prótesis hechas de hueso o marfil, atando el puente a los dientes contiguos con alambre de oro.





EL LEJANO ORIENTE

La india

En la India la Odontología era, según se creía, de origen divino, al igual que en muchas otras partes del mundo antiguo.

Vagbhata, un activo cirujano del año 650 a.C. recogió muchas de las enseñanzas de Sushruta, añadiéndoles las suyas propias. Recomendaba matar el gusano dental llenando la cavidad cariada con cera y quemándola con una cánula caliente. Si eso no bastaba para calmar el dolor, recomendaba la extracción con un fórceps especial, cuyas puntas tenían la forma de una cabeza de animal.




Sushruta describió dos clases de instrumentos quirúrgicos: yantra o “romos” y sastra o “agudos”. Sin embargo Sushruta desaprobaba la extracción de molares firmemente enraizados, prefiriendo sacar solo los que estaban flojos, usando para este propósito una palanca especial, muy parecida al instrumento dental moderno llamado “elevador” pero con la punta plana y en forma de flecha.


LA ANESTESIA EN ODONTOLOGÍA

Quizá no exista ningún avance en el conocimiento médico que haya aliviado más sufrimientos humanos que el descubrimiento de los anestésicos. Este gran regalo a la humanidad fue hecho por un dentista estadounidense en 1844.

El 21 de diciembre de 1846, un eminente joven dentista de Londres, James Robinson (1816-1862), realizó en Inglaterra la primera extracción dentaria utilizando éter como anestésico, extrayendo un molar a una mujer.

En noviembre de 1847, un médico escocés, James Simpson, introdujo el cloroformo, un anestésico más fácil y agradable de aplicar que el éter, siendo adoptado con entusiasmo por cantidad de médicos, dentistas y cirujanos de ambos lados del Atlántico. Pero el cloroformo es un anestésico muy peligroso y pronto las revistas dentales empezaron a publicar artículos sobre jóvenes, hombres vigorosos y mujeres, que habían sucumbido al cloroformo mientras se les extraía un molar.

La adopción del óxido nitroso como anestésico dental generalizado se retrasó durante diecisiete años. El actor Gardner Quincy Colton fue el responsable de su reintroducción. En 1862, en una demostración en New Britain, Connecticut, una mujer de la audiencia le pidió a Colton si podía darle óxido nitroso para que su dentista, un tal Dr. Dunham, pudiera extraerle uno de sus molares. Colton así lo hizo y la operación tuvo tanto éxito que Dunham se convirtió en apasionado defensor de este anestésico.




EL AUGE DE LA CIRUGÍA

Desde los primeros tiempos de la Iglesia, el tratamiento médico había sido en su mayor parte patrimonio de los monjes. El edicto de Tours de 1163 introdujo un cambio fundamental; ya que los monjes tenían prohibido realizar operaciones, esta tarea cayó en manos de los barberos que hasta entonces habían asistido a los monjes en sus tareas quirúrgicas. Los barberos acudían con frecuencia a los monasterios, sobre todo después del año 1092, cuando se prohibieron las barbas, afeitando a los monjes a quienes cortaban el pelo de acuerdo con la tonsura de cada orden, de ahí su nombre: barbitonsoribus. Estos barberos pronto ampliaron el campo de sus actividades, realizando muchos tipos de cirugía, como eliminar cataratas, extraer piedras de la vejiga, abrir abscesos, practicar sangría y extraer dientes. 





En Alemania el barbero era a menudo el encargado de las casas de baños públicos, que además de poner ventosas y practicar sangrías, daba enemas y extraía dientes. Ponía de manifiesto su saber por la habilidad con que afilaba sus cuchillos y hojas de afeitar y por la forma en que preparaba sus remedios y emplastos. Los cirujanos profesionales surgieron de estos barberos de la Europa medieval, como puede deducirse de lo que pasó en Francia. 

En París, en el año 1210 se organizó el gremio de los barberos. Como algunos de sus miembros pretendían tener más conocimiento que los demás, se produjo una división entre cirujanos (o “cirujanos de bata larga”) y barberos llanos (también llamados barberos cirujanos (o “cirujanos de bata corta”). Varios decretos reales del siglo XIV prohibieron a los miembros de este último grupo practicar la cirugía sin examinarse de antemano ante los miembros del primer grupo. Ambos grupos practicaban, a veces, las mismas operaciones, por ejemplo sangrías y extracción de dientes. Sin embargo, con el tiempo, poner ventosas, dar enemas, aplicar sanguijuelas y extraer dientes se convirtieron en actividades exclusivas de los barberos.

Expresando la opinión de los especialistas desde los tiempos de Hipócrates, recomendaban evitar las extracciones de molares, salvo como último recurso, debido al peligro que comportaban y aconsejaban en cambio la fumigación y la cauterización. En sus tratados encontramos polémicas sobre el tratamiento de fracturas y luxaciones mandibulares, sangrados de las venas debajo de la lengua y los ya muy familiares “remedios” para el dolor de dientes, entre los cuales se pueden mencionar diferentes hierbas que estaban muy de moda en la época.

En Inglaterra, John de Gaddesden, que trabajó al principio del siglo XIV, escribió un curioso libro “Rosa Anglica”, en el cual describía la mayor parte de los remedios populares de su tiempo. A pesar que consideraba la extracción como un último recurso debió de practicarla, pues dice “Toma un hierro ancho por delante y cortante por dentro y fuerza la muela hacia abajo; y ésta entonces caerá”. No queda claro el tipo de instrumento que usaba; probablemente un precursor del elevador.

Similar a la Rosa anglica de John de Gaddesden era Lilium medicinae, de Bernard de Gordon, un médico inglés afincado en Montpellier, este advirtió con sagacidad a los cirujanos contra el indiscriminado uso de opiáceos, recomendando precaución con las extracciones, aconsejando primero aflojar el diente mediante la aplicación de agentes corrosivos y protegerla con revestimientos de cera.

Guy de Chauliac (1300-1368)  fue sin duda, el personaje más importante de los siglos XIV y XV en el campo de la cirugía; en el tema de la extracción,  describio el pelícano de doble palanca y su forma de uso. Sin embargo, no está claro si lo usó personalmente o si simplemente observó cómo lo usaban los barberos cirujanos.





Giovanni Arcolani, escribió un tratado, Cirugía práctica, publicado en Venecia en 1483, en el que se ocupó ampliamente de la odontología, por lo cual es también considerado como uno de los pioneros en este campo, con el fin de completar sus explicaciones sobre la extracción de dientes, las ilustró con los instrumentos de uso más frecuente en estas operaciones; por ejemplo, el pelícano, en este tiempo un instrumento experimental que resultó de auténtica utilidad en odontología y que estaba destinado a sobrevivir hasta nuestros días.

En el autorizado tratado quirúrgico de los siglos XVI y XVII, Practica copiosa in arte chirurgica (1514), de Giovanni da Vigo (1460-1525), a pesar de que este cirujano eminente sabía extraer molares, sin embargo recomendaba a sus lectores ir a observar a los cirujanos-barberos para aprender sus métodos y mejorar así su propia destreza. “Cuando todos los remedios fallan ... debemos recurrir a una sencilla operación; extraer el diente, para lo que se requiere un hombre experto, por eso los cirujanos remiten esta cura a los barberos sacamuelas ambulantes. No obstante, es bueno haber visto y analizado el trabajo de estos”.






BIBLIOGRAFÍA:

Ring Malvin E. Historia ilustrada de la Odontología. Ed Mosby. 1989.

Zimbrón Levy Antonio. Breve historia de la Odontología en México. UNAM. 1990.

Díaz de Kuri, Martha Victoria. El nacimiento de una profesión. La Odontología en el siglo XIX en México. Ed Fondo de Cultura Económica. 2002.

http://www.gador.com.ar/wp-content/uploads/2015/04/hist_odonto01.pdf  [citado 26 agosto 2015 10:45 pm].